1914. De la paz a la guerra

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Book: 1914. De la paz a la guerra Read Free
Author: Margaret MacMillan
Tags: sci_history
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la carrera demográfica con Alemania, concertó una alianza con Rusia, en parte por sus inmensas reservas de mano de obra. Rusia tuvo a cambio acceso al capital y a la tecnología de Francia. La alianza franco-rusa hizo que Alemania se sintiera rodeada, lo cual la ató aún más al imperio austrohúngaro, y al hacerlo se vio involucrada en las rivalidades de este con Rusia en los Balcanes. La carrera armamentista naval, que Alemania concebía como un medio para forzar a Gran Bretaña a permanecer en buenos términos, lo que hizo fue persuadirla de que debía, no solo superar a Alemania, sino también abandonar su distanciamiento de Europa y acercarse a Francia y Rusia.
       Se ha culpado muchas veces a los planes militares, que fomentaron la carrera armamentista y las alianzas, de crear una maquinaria de destrucción que, una vez puesta en marcha, no pudo ser detenida. A finales del siglo XIX, todas las potencias europeas, excepto Gran Bretaña, contaban con ejércitos de reemplazo; una pequeña proporción de sus hombres entrenados vestía de uniforme, mientras que eran muchos más los que militaban como reservistas en la sociedad civil. Ante una amenaza de guerra, era posible formar en pocos días unos ejércitos enormes. La movilización masiva se basaba en una planificación detallada, de modo que cada hombre llegaba hasta su unidad con el equipo adecuado, las unidades se juntaban según la configuración correcta, y se trasladaban, generalmente por ferrocarril, hacia las posiciones designadas. Los horarios eran obras de arte, pero muy a menudo eran también inflexibles, y no permitían, como ocurrió con Alemania en 1914, una movilización parcial en un solo frente; por eso Alemania fue a la guerra contra Rusia y Francia a la vez, en lugar de hacerlo solo contra Rusia. Asimismo, se corría el peligro de no movilizarse lo bastante rápido. Si el enemigo estaba en tus fronteras mientras tus hombres aún trataban de llegar a sus unidades y a los trenes, la guerra podía estar ya perdida. Aquellos horarios y planes rígidos amenazaban con dejar las decisiones finales fuera de las manos de los líderes civiles.
       En un extremo de la gama de posibles explicaciones de la Gran Guerra estarían los planes; y en el otro, las nebulosas pero contundentes razones del honor y el prestigio. Guillermo II de Alemania tenía como modelo a su antepasado Federico el Grande, pero los franceses se burlaban de él llamándolo Guillermo el Tímido, por haber cedido en sus demandas durante la segunda crisis marroquí. ¿Querría pasar por algo así de nuevo? Lo que movía a los individuos movía también a las naciones. Tras la humillación de la derrota por Japón en 1904-1905, Rusia tenía una necesidad apremiante de reafirmarse como gran potencia.
       El miedo también desempeñó un gran papel en las actitudes de las potencias, y en la aceptación por parte de sus líderes y ciudadanos de la guerra como herramienta política. El imperio austrohúngaro temía desaparecer como potencia si no actuaba contra el movimiento nacionalista sudeslavo dentro de sus fronteras; lo que quería decir actuar contra la atracción que ejercía una Serbia sudeslava independiente. Francia temía a su vecino alemán, más fuerte económica y militarmente. Alemania miraba hacia el este con aprensión. Rusia se estaba desarrollando y rearmando a gran velocidad; si Alemania no la atacaba pronto, ya no sería capaz de hacerlo. A Gran Bretaña la beneficiaba enormemente el mantenimiento de la paz, pero temía, como siempre lo ha hecho, que el continente estuviese dominado por una única potencia. Cada potencia, pues, temía a las otras; pero también temía a su propio pueblo. Las ideas socialistas se habían propagado por toda Europa, y los sindicatos y los partidos socialistas desafiaban el poder de las viejas clases dominantes. ¿Era esto el presagio, como muchos pensaban, de una revolución violenta? El nacionalismo étnico constituía una fuerza

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